sábado, 6 de octubre de 2012

El Patronato Cervantes de México y los colegios de provincias en el exilio pedagógico de 1939


Profesores Atilano Luis, Francisco Javier Parrilla, José Bargés, Antonio Bargés, Concepción Escutia y Maria Luisa Bargés, Republicanos españoles, perseguidos por el fascismo franquista se exiliaron en México y fundaron en Córdoba, Veracruz, el Grupo Escolar Cervantes educando muchas generaciones de mexicanos.



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    El Patronato Cervantes de México y los colegios de provincias en el exilio pedagógico de 1939
     Cruz Orozco, José Ignacio
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El Patronato Cervantes de México y los colegios de provincias en el exilio pedagógico de 1939


José Ignacio Cruz Orozco



Uno de los aspectos menos conocidos del exilio republicano de 1936 es su dimensión pedagógica. Los exiliados españoles en su azarosa trayectoria fundaron diversos centros docentes, casi todos ellos en México. Esos «colegios del exilio» pueden ser calificados de acuerdo con un criterio territorial. Unos se ubicaron en México ciudad y otros en diversas ciudades de provincias. Estos últimos estuvieron promovidos, en su mayoría, por el Patronato Cervantes, entidad en la órbita del sector negrinista del exilio. El Patronato promovió Colegios Cervantes en las localidades de Córdoba, Tampico, Veracruz, Torreón, Jalapa y Tapachula. Casi todos tuvieron éxito, consiguieron consolidarse y varios continúan existiendo en la actualidad. El artículo reconstruye, a partir de diversas fuentes, en gran parte inéditas, la trayectoria y principales características de esos centros y del Patronato que los alentó.





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El exilio republicano y México


El exilio republicano de 1939 está comúnmente considerado como el mayor éxodo de la época contemporánea en nuestro país. La derrota de las fuerzas republicanas en la Guerra Civil originó el desplazamiento de cientos de miles de personas, las cuales, en muchas ocasiones, se vieron empujadas a abandonar sus hogares por temor a las represalias de los vencedores de la contienda. La mayor parte de los exiliados cruzó la frontera con Francia en los meses de enero y febrero de 1939. Con el tiempo, muchos acabaron instalándose en el país vecino. Pero la diáspora republicana se extendió por un gran número de países europeos y americanos que, en mayor o menor medida, acogieron a refugiados españoles. Si en el continente europeo Francia se convirtió en la nación que recibió el mayor contingente de españoles, en América fue México el país en donde se instaló el colectivo más numeroso de refugiados. La república mexicana, bajo la presidencia del general Lázaro Cárdenas, abrió sus puertas a los vencidos en la Guerra Civil y entre 20 y 25 000 exiliados se instalaron en esas tierras.

Dicho colectivo siempre contó con el firme apoyo político de las autoridades de ese país, lo que les permitió llevar a cabo bastantes iniciativas de muy distinto signo, las cuales no tuvieron parangón posible en casi ningún otro lugar en el que se instalaron los exiliados. A causa de ello, México siempre ha tenido una especial importancia dentro del mundo del exilio, pese a que el número de refugiados en ese país no fuera excesivamente numeroso. Esa afirmación general, cobra especial significación desde la perspectiva pedagógica. En ningún lugar como en México los exiliados encontraron condiciones tan óptimas para fundar una serie de centros docentes, los denominados «colegios del exilio», que supusieron la continuidad en lo que fue el antiguo virreinato de Nueva España, del modelo educativo liberal-republicano. Bastantes de esos centros arraigaron con fuerza y continúan en activo en la actualidad, más de medio siglo después de su fundación. «Los colegios del exilio» constituyen un interesante objeto de estudio ya que conforman por igual, un significativo capítulo de la historia de la educación española y de la mexicana.

Atendiendo a un criterio fundamentalmente territorial, los «colegios del exilio» de México pueden agruparse en dos bloques claramente diferenciados. Por un lado se encuentran los centros fundados en la capital mexicana. Entre 1939 y 1941 el colectivo exiliado creó en el distrito federal o en sus alrededores: el Instituto Luis Vives, el Instituto Hispano Mexicano Ruiz de Alarcón, la Academia Hispano-Mexicana, el Colegio Ruiz de Alarcón de Texcoco y el Colegio Madrid1. Pero no sólo se fundaron centros docentes en la capital. También en otros lugares del amplio territorio de la República surgieron colegios fundados por los exiliados. En este segundo caso casi todos ellos fueron promovidos por el Patronato Cervantes. En gran medida debido a su ubicación, la trayectoria de los Colegios Cervantes y del Patronato que los alentó son poco conocidas. Incluso han sido escasamente citados en las monografías que se han ocupado del exilio. El presente trabajo, elaborado en gran medida a partir de significativos documentos inéditos hasta el momento y de aportaciones orales de algunos de los fundadores de esos centros, pretende ampliar el actual conocimiento sobre este interesante aspecto del exilio pedagógico en México.



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El Patronato Cervantes


Efectivamente, la creación de los colegios de provincias no puede ser entendida sin la intervención del Patronato Cervantes, el cual, a su vez, fue una iniciativa del SERE. El Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles, más conocido por las siglas SERE, había sido creado en París por el presidente del Consejo de Ministros, Juan Negrín, durante los primeros meses de 1939. El SERE se convirtió en uno de los polos en torno a los que giró el exilio republicano. Aglutinó a los partidarios de Negrín y durante años constituyó uno de los puntos de referencia fundamental de la República exiliada. La delegación del SERE en México se denominó Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles (CTARE) y estuvo presidida por José Puche Álvarez, catedrático de fisiología de la Universidad de Valencia y rector de la misma durante 19372. El Comité Técnico asistió a los exiliados desde el momento de su llegada facilitándoles auxilios pecuniarios, albergues y comedores. Pero también se planteó metas de mayor alcance y realizó bastantes iniciativas con el fin de crear puestos de trabajo estables para los exiliados. Para ello, siempre de acuerdo con las autoridades mexicanas, el SERE fundó empresas en determinados sectores de la producción3. El Comité Técnico para actuar conforme a la legislación mexicana creó una sociedad instrumental: la Financiera Industrial y Agrícola. A causa de ello, la Financiera se convirtió en la entidad matriz de muchas de las iniciativas empresariales del exilio republicano. En el ámbito de la enseñanza, por ejemplo, aportó fondos para la creación de la Academia Hispano-Mexicana, el Instituto Luis Vives y el Patronato Cervantes4.

La creación de esta última entidad tiene que inscribirse por derecho propio, dentro de la política marcada por los organismos republicanos para las cuestiones de enseñanza, aunque con un matiz particular. Los «colegios del exilio» cubrieron, sobre todo, dos tipos de necesidades. En primer término proporcionaron puestos escolares a los hijos de las familias exiliadas. Y en segundo lugar contribuyeron a facilitar puestos de trabajo para maestros y profesores. La peculiaridad del Patronato Cervantes consistió en que, a diferencia del resto de colegios, pudo cubrir mejor esta segunda meta que la primera. De acuerdo con sus propios documentos oficiales, la finalidad primordial del Patronato consistió en «promover la creación de centros de enseñanza privados en todo el territorio de la República»5. El objetivo principal fue siempre crear puestos de trabajo para los maestros exiliados en ciudades de provincias, tratando de evitar la concentración de éstos en el distrito federal. Sólo en muy segundo término se contemplaba proporcionar plazas escolares a los hijos de las familias exiliadas.

El Patronato Cervantes comenzó a operar en diciembre de 1939 y fue inscrito ante la administración mexicana el 24 de enero de 1940. Tuvo su sede en el piso quinto del número 13 de la calle Isabel la Católica, en pleno centro histórico de la ciudad de México. En el mismo número, pero en el piso cuarto estaban los locales de la Financiera Industrial y Agrícola6. La junta directiva del Patronato Cervantes estuvo presidida por Juan Roura Parella, que había sido profesor de pedagogía en la Universidad de Barcelona y que en México trabajó en la Universidad Autónoma Nacional y en el Colegio de México. Actuó como secretario el maestro e inspector valenciano José Martínez Aguilar, el cual había llegado a México en 1937 acompañando a los «Niños de Morelia». Posteriormente fungió como funcionario de la Secretaría de Instrucción Pública. Actuaron como vocales los profesores César García Lombardía y Julián Amo Morales. Este último había sido director de los institutos de Mora de Toledo y Gandía (Valencia). En México se ganaba la vida como profesor, colaborador de diversos rotativos y documentalista para la Secretaría de Relaciones Exteriores. En cuanto a César García Lombardía, realizó también las funciones de administrador del Patronato. En todos los casos se trataba de profesionales de prestigio que mantenían planteamientos afines al SERE.

En la junta directiva también estuvieron representadas las autoridades educativas mexicanas por medio de Daniel Huacuja, subdirector del Departamento de Enseñanza Secundaria de la Secretaría de Instrucción Pública7. Su presencia subraya el especial cuidado que la entidad otorgó a sus relaciones con las autoridades mexicanas. Cada iniciativa del Patronato se consultaba con la Secretaría de Educación, lo que proporcionaba un factor adicional de seguridad.



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Los Colegios Cervantes


El Patronato inició sus actividades a los pocos días de constituirse. Para conocer el sistema de trabajo que empleaba para erigir los colegios contamos con un informe, fechado el 13 de enero de 1940, en el cual el administrador César García Lombardía, analizaba el proceso seguido para crear el Instituto Cervantes de Veracruz. El documento presenta gran interés, ya que nos permite conocer de fuente primigenia los pasos llevados a cabo. Según el citado informe, el Patronato comisionó al maestro exiliado José María Sánchez Sansano residente en Veracruz, para que efectuara un estudio sobre la posibilidad de establecer un centro docente en la ciudad portuaria. Con tal motivo, el maestro Sánchez Sansano mantuvo entrevistas con las autoridades educativas del Estado, los sindicatos de maestros, diversos estamentos docentes y la colonia española residente en la zona. Las conclusiones de todos los encuentros fueron similares. La constitución de un centro escolar de nueva planta no crearía ningún tipo de problemas y tendría un excelente porvenir, ya que la oferta educativa local no alcanzaba a cubrir la demanda de plazas existente en la capital veracruzana8.

Un aspecto especialmente interesante del informe se relaciona con los contactos mantenidos con la colonia española. En ese colectivo se agrupaban los típicos emigrantes españoles instalados en México con un fin claro de enriquecimiento, e identificados en su mayoría con el régimen franquista. Pese a las patentes diferencias ideológicas, los miembros de la colonia se mostraron interesados en la oferta del Patronato Cervantes y, en palabras de César García Lombardía, dicha colectividad estaba «dispuesta a ayudarnos enviando sus hijos al colegio que montemos, aunque no se llame colegio español». Dicho compromiso, como podremos comprobar a continuación, se mantuvo9.

Con tan buenas perspectivas el Patronato Cervantes solicitó el 12 de enero de 1940 a la gerencia de la Financiera Industrial y Agrícola, la concesión de un crédito de 10 300 pesos para la puesta en marcha del proyecto. La Financiera libró la cantidad solicitada, la cual se transfirió, a su vez, al señor Sánchez Sansano. Para formalizar todo el proceso, se firmó un contrato con José María Sánchez Sansano, en cuya cláusula primera se indicaba que el Patronato Cervantes:


... pone a disposición del Sr. José M.ª Sánchez Sansano la cantidad de $ 10.300 (diez mil trescientos pesos), moneda nacional, de los cuales dispondrá este último señor, parcialmente y a medida que los precise, siempre que a juicio del Patronato se justifique suficientemente su necesidad, para la instalación y gastos de sostenimiento de un centro de enseñanza en VERACRUZ (VER.)10.



El contrato obligaba al profesor Sánchez Sansano a invertir 2 800 pesos en retribuciones del personal y los 7 500 pesos restantes en gastos de local, mobiliario y propaganda. Con ese capital inicial, José María Sánchez Sansano alquiló un edificio en una de las calles más céntricas de la ciudad fundando el Instituto Cervantes de Veracruz. El claustro inicial del colegio estuvo formado por los maestros exiliados Jaime Alcové, Faustino Sánchez Chicharro, Gonzalo de Castro Amo y Dorita Pascual -quien sólo permaneció un curso en Veracruz- además de José María Sánchez Sansano que se ocupaba de la dirección, pero sin ningún encargo docente. El resto de las plazas se cubrió con maestros mexicanos11. La mayoría de la matrícula fueron alumnos mexicanos, aunque también se inscribieron los hijos de los miembros de la colonia española y de la colectividad de exiliados. Desde sus inicios el centro contó con dos centenares de alumnos, de los que un tercio pertenecían a estos dos últimos grupos, agrupados en seis aulas de primaria. El profesorado se caracterizó por su eficaz preparación y continua coordinación. Una de las innovaciones de mayor interés que presentó el colegio fue el trabajo por medio de centros de interés, que resultó de gran eficacia. A causa de todo ello, y tal como se había previsto en el informe inicial, el Instituto Cervantes tuvo un gran éxito y a los dos años de su creación necesitó locales más amplios12.

Con el paso del tiempo los maestros españoles, que sólo constituían la mitad del claustro del centro, fueron abandonando el Instituto Cervantes. Gonzalo Castro marchó, a instancias de sus hijos al distrito federal. Jaime Alcové se jubiló y sólo quedó Faustino Sánchez Chicharro. José María Sánchez Sansano, de acuerdo con este último, traspasó en 1960 gratuitamente la titularidad del centro a una cooperativa formada por los maestros mexicanos integrados en el claustro. De este modo el Instituto Cervantes de Veracruz dio por cerrada una primera etapa de su historia caracterizada por su vinculación con el exilio pedagógico republicano13.

El Grupo Escolar Cervantes de Córdoba siguió los mismos pasos que su homónimo de Veracruz, pero con unos pocos días de diferencia. El 3 de febrero de 1940, el Patronato Cervantes firmó un contrato con el maestro exiliado Faustino Benito Portugal para poner en marcha el nuevo colegio. En sus inicios el centro contó con los siguientes profesores exiliados: Faustino Benito Portugal, como director, Francisco Parrilla, Antonio Bargés, José Bargés, Eugenio Yuste, Benita Rivas, Sergio Rivas, Ananda Velasco, Atiliano Luis Navarrete, Concepción Escutia y María Luisa Escutia14. En Córdoba no existía colectividad de exiliados. Por tanto, la totalidad de la matrícula se compuso de chicos mexicanos y de hijos de los residentes españoles. Ese colectivo, al igual que ocurrió en Veracruz, vio en los maestros republicanos la posibilidad de mejorar la calidad de la enseñanza que recibían sus hijos. Los maestros, por su parte, también supieron superar las barreras existentes y se produjo la natural convergencia de intereses. En el año 1943 ya acudían a las aulas 280 alumnos15. El Grupo Escolar Cervantes, como todos los Colegios Cervantes, fue un centro privado en el que el alumnado debía pagar colegiaturas. No recibió subvenciones de ningún tipo, excepto la inicial del Patronato Cervantes para su puesta en funcionamiento. Por tanto, los alumnos provenían de familias que podían sufragarse las colegiaturas señaladas16. El colegio realizó desde el principio una oferta educativa amplia: kindergarten, primaria, secundaria, además de diversas enseñanzas técnicas.

El Grupo Escolar tuvo sus primeros locales en el número 107 de la avenida 3. Se trataba de una gran vivienda estructurada en torno a un patio central porticado. Las habitaciones se habilitaron como aulas, lo mismo que las columnatas del patio. Tan peculiar espacio, contribuyó a proporcionar un toque singular al nuevo colegio. El centro pronto alcanzó un sólido prestigio debido a la calidad de su enseñanza. Las clases no eran muy numerosas. Rondaban los 25 alumnos. En cuanto a los contenidos, aunque debían ajustarse a los programas obligatorios de la Secretaría de Instrucción Pública, los maestros intentaron huir de la enseñanza memorística y poner en práctica métodos y experiencias innovadores aprendidos en España. Así, buscaron insistentemente que los alumnos participaran activamente en todos los procesos de aprendizaje que fuera posible y fomentaron ampliamente los aspectos prácticos de las asignaturas. La enseñanza impartida en el centro consiguió ser una continuidad de la educación llevada a cabo por los sectores más progresistas del magisterio español durante la II República. Así, para ampliar la perspectiva que proporcionaba el libro de texto, los alumnos confeccionaban cuadernos escolares, donde plasmaban gran número de las actividades que realizaban. Los resultados de todas las nuevas aportaciones didácticas resultaron sumamente positivos. Los alumnos del Grupo Escolar Cervantes egresaban con un buen nivel y no tenían problemas para superar las pruebas de selectividad de las universidades17.

Como siempre ocurre en las cuestiones educativas, gran parte del éxito del Grupo Escolar Cervantes de Córdoba se debió al factor humano. Los profesores trabajaron con ahínco. Supieron sacar lo mejor de su acervo profesional, enfrentándose al nuevo proyecto educativo, con la necesaria ilusión y energía, superando todo tipo de frustraciones y añoranzas. En un primer momento, los profesores actuaron como un colectivo. Vivieron todos en la misma pensión y realizaban muchas actividades comunes durante el tiempo libre18.

Con el paso del tiempo la estructura organizativa del colegio se modificó. Los profesores se constituyeron en cooperativa y todos se corresponsabilizaron para sacar adelante el centro. El Grupo Escolar Cervantes de Córdoba sigue existiendo en la actualidad y goza de un gran prestigio en esa localidad. El profesorado es mexicano en su totalidad, aunque aún ostentan la titularidad del centro algunos de los maestros republicanos españoles. Pese a que ya son otras personas las que se ocupan de las tareas docentes, el modelo de enseñanza intenta ser fiel al que trajeron los primeros profesores y que tan buenos resultados consiguió entre los jóvenes cordobeses.

Otro de los centros creados por el Patronato Cervantes tuvo su sede en la ciudad de Torreón en el estado de Coahuila. El Patronato encargó la creación del centro al profesor Antonio Vigatá Simón, con quien firmó un contrato, idéntico al analizado en los ejemplos anteriores, el 29 de febrero de 194019. El Colegio Cervantes de Torreón inició su trayectoria a principios del año 1940. Antonio Vigatá alquiló un espacioso caserón y allí organizó las primeras clases. El claustro de profesores estuvo integrado en un principio, mayoritariamente, por maestros españoles. Además del ya citado Antonio Vigatá, formaron parte del mismo, Cecilio Palomares, Rodolfo Reyes, Ricardo Pons, Antonio Antolín, José Samprieto, Francisco Jacques, Pablo Farrús y Mario Aleixandre. Este núcleo inicial fue disgregándose en parte durante los años siguientes. Algunos profesores encontraron ocupaciones mejor remuneradas y otros optaron por realizar en solitario un nuevo proyecto educativo20. Las bajas entre el profesorado se fueron cubriendo con maestros mexicanos, pero la tutela del director y de los maestros republicanos que continuaron, hizo posible que se mantuviera la impronta inicial.

Entre los primeros alumnos hubo un pequeño núcleo de hijos de exiliados y otro mayoritario de niños y niñas mexicanos. El director Antonio Vigatá solicitó ayuda a los integrantes de la colonia española residentes en la ciudad. Pero en este caso, y al contrario que en los ejemplos anteriores, muy pocos fueron susceptibles a sus argumentos. Por tanto el alumnado del centro fue siempre mayoritariamente mexicano. El primer año de funcionamiento el Colegio contó sólo con 30 alumnos. Pero al siguiente la matrícula se amplió hasta más del doble y en cursos posteriores continuó aumentando hasta sumar 272 alumnos en 1943. Los alumnos hijos de refugiados no pagaron por la enseñanza durante los primeros años y posteriormente recibieron becas de los organismos de ayuda a los exiliados21. Asimismo, recibieron una gran atención por parte de los profesores. Se trataba de una cierta protección psicológica, de una prolongación de los deberes de tutoría que todo profesor debe desempeñar, incrementados por el hecho de ser los miembros más jóvenes de un colectivo que había tenido que abandonar derrotado su patria. Muchas veces esos alumnos permanecían en el colegio cuando finalizaban las clases. Antonio Vigatá residía en el propio centro y junto con otros maestros españoles formaba, tras el trabajo del día, una animada tertulia en la que también participaban los hijos de los exiliados22.

La primera sede del Colegio Cervantes estuvo en un amplio caserón sito en el número 25 de la avenida de Morelos. El edificio provocaba las más fantásticas historias a los alumnos. Su similitud a las típicas ilustraciones de las casas de los cuentos de hadas y sus espaciosas buhardillas dejaron un recuerdo imborrable en las mentes de los niños. En ese local se organizaron 9 aulas, biblioteca, talleres, laboratorios de física y química y un despacho23. El centro comenzó impartiendo sólo clases de primaria, pero en 1942, y a petición de las familias de los alumnos, amplió su oferta educativa con la secundaria. Con el nuevo paso la matrícula también aumentó considerablemente y hubo que buscar otros locales más espaciosos. El nuevo edificio, en el que actualmente todavía se encuentra el colegio, es mucho más amplio, moderno y funcional. Tiene un auditorio para actividades con grandes grupos y está perfectamente dotado de los más modernos medios audiovisuales24.

La metodología de trabajo que implantaron desde el primer momento los maestros españoles, se caracterizó por la actividad. Así se expresaba sobre el particular, uno de sus documentos del propio colegio:

Métodos modernos de Enseñanza de la Escuela Activa, que a la vez que hacen del alumno un hombre abierto a todas las corrientes del progreso y le capacita para la lucha por la vida, se basan en los más preciosos cálculos para economizar el tiempo del niño y tienden a suavizar la parte ingrata de la enseñanza, despertando su Interés, fuente inagotable de energías25.

En las clases se empleaban numerosos materiales, mapas murales y de relieve, maquetas, además de utilizar profusamente los laboratorios. Asimismo, se efectuaban frecuentes excursiones y siempre que era factible actividades prácticas. La educación física y el deporte se convirtieron en otro de los puntos fuertes del colegio y los equipos escolares entraron en diversas competiciones. Los profesores estaban bien organizados y su nivel de exigencia era alto. Como consecuencia de todos esos factores, la enseñanza alcanzó cotas elevadas y el Colegio Cervantes se ganó pronto un merecido prestigio entre la sociedad lagunera. Incluso las autoridades educativas mexicanas consideraron al centro como un ejemplo para el resto de escuelas de la ciudad. Asimismo, algunos de los antiguos alumnos que pasaron por sus aulas, guardan un recuerdo imborrable del Colegio y lo consideran como la mejor etapa de su formación26. El Colegio Cervantes de Torreón continúa hoy en día su tarea docente. Ya no enseñan en sus aulas ninguno de los maestros fundadores. El director Antonio Vigatá falleció en diciembre de 1982. Pero el modelo educativo que caracterizó al Colegio continua vigente. En la actualidad dirige el centro Jaime Méndez Vigatá, nieto del anterior director, quien siendo respetuoso con la tradición del centro, se esfuerza en adaptarlo a las exigencias de los nuevos tiempos.

Otro de los centros promovido por el Patronato Cervantes tuvo su sede en la ciudad de Tampico, estado de Tamaulipas, en plena zona petrolera de la costa del Golfo. La denominación concreta del colegio fue Instituto Escuela Cervantes, lo cual ya debe ser considerado como toda una declaración de intenciones. El director y titular fue Esteban Garriga Plá. En los primeros momentos el claustro estuvo compuesto por un amplio número de maestros españoles. Pero poco a poco algunos fueron abandonando el Instituto incorporándose a actividades más lucrativas. Finalmente, sólo permanecieron en el centro, además del director, los maestros Agustín Miret Comas y Ramón Cal Clota. Los puestos vacantes fueron ocupados por maestros mexicanos, que se ajustaron a las pautas de trabajo marcadas por los profesores españoles27.

El colegio de Tampico fue el Cervantes que acogió al mayor número de alumnos. En 1943 contaba con 453 alumnos, atendidos por 19 profesores, lo cual es un claro indicador del éxito que tuvo en la sociedad tampiqueña. El centro impartía enseñanza primaria, secundaria y enseñanza comercial. El Instituto Escuela funcionó bajo la égida del maestro Esteban Garriga hasta su fallecimiento en 1976. Según las últimas referencias recogidas el colegio ya no existe en la actualidad28.



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Otros Colegios Cervantes


Además de los centros de Veracruz, Córdoba, Torreón y Tampico, existieron otros Colegios Cervantes, aunque es muy difícil precisar cuántos más, ya que apenas existen referencias sobre ellos. Y las existentes presentan, incluso, ciertas contradicciones. Así, Sáenz de la Calzada menciona, además de los ya citados, un Colegio Cervantes en Tapachula, localidad del estado de Chiapas, en la raya con Guatemala. El propio doctor Puche, máximo responsable de las actividades del CTARE habla de colegios en Jalapa, Tampico y Veracruz. Otros autores amplían el número y añaden colegios en Cuernavaca y Coahuila29. Según nuestros datos, puede confirmarse la existencia de un Colegio Cervantes en la localidad veracruzana de Jalapa. El centro estaba en funcionamiento en 1943 bajo la dirección del maestro José María Alberola Plá. Se trataba de un centro pequeño, el más pequeño de todos los Colegios Cervantes, ya que contaba sólo con 53 alumnos. Todos cursaban primaria, excepto 2 que seguían estudios de formación técnica. El Colegio estaba atendido por 3 maestros, entre los cuales se encontraba la profesora catalana Carmen Martínez. No hemos podido localizar ningún dato del centro con posterioridad a 1943. Con toda seguridad, no debió consolidarse y desapareció en los años posteriores30.

También puede confirmarse la existencia de otro Colegio Cervantes en Tapachula, estado de Chiapas. Según los datos recogidos por la investigadora mexicana María Molina Hurtado, fue fundado sobre 1940 ó 1941 por los maestros republicanos Antonio Cano Palomares, Pedro Martín Hernández, Vicente Alcalde Ramos y Antonio Chalons Jiménes, entre otros. El colegio contó con primaria y secundaria y, como fue característico entre los Cervantes, contó con un sólido prestigio en la ciudad31.

En cuanto al resto de referencias, sólo hemos podido comprobar la existencia del proyecto de creación de un colegio en Cuernavaca. En algunos apuntes de contabilidad del Patronato Cervantes que hemos podido consultar, hay asientos relacionados con el colegio de Cuernavaca. Allí se consignan diversas cantidades fechadas en enero de 1940, para su instalación. Es la única referencia a dicho colegio en documentos internos del Patronato, ya que no aparece citado en los informes publicados en la prensa en 1943. Los datos existentes sobre el mismo, con posterioridad a esa fecha, provienen de fuentes externas y se trata de referencias indirectas y muy vagas. Todo parece indicar que el colegio no alcanzó a consolidarse. Tal vez funcionó unos meses en 1940 para desaparecer enseguida, o quizá no pasó nunca de ser más que un proyecto32. Del resto de posibles Colegios Cervantes, nos inclinamos a pensar que no llegaron a existir nunca.



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Algunas consideraciones finales


Existen algunas cuestiones relacionadas con los Colegios Cervantes sobre las que se han vertido afirmaciones, que a la luz de lo que aquí expuesto pueden clarificarse. Varias de ellas están relacionadas con su dependencia. La doble vinculación de los centros al Patronato Cervantes con sede en la ciudad de México, y a los respectivos directores, puede ser analizada con mayor precisión de lo que se ha realizado hasta ahora. Existe una opinión reproducida en varios textos que indican que esos centros fueron creados por el Patronato Cervantes, posteriormente pasaron a manos de sus fundadores o directores y acabaron perdiéndose para el exilio. Incluso hay afirmaciones de cualificados personajes señalando que no prosperaron33. En primer lugar nos gustaría precisar la cuestión de la propiedad de los colegios. Ya hemos visto que, en todos los casos, el Patronato otorgaba mediante contrato una cantidad de dinero muy modesta a un maestro, el cual era designado director y responsable del colegio. La relación entre el director y el Patronato quedaba bien definida en el contrato que firmaban ambas partes. Así el director, en el caso concreto del colegio de Veracruz, según señalaba en la cláusula tercera:


... se compromete a organizar el centro de enseñanza y a dirigirlo posteriormente atendiendo las normas que le dicte el Patronato, y económicamente el colegio se regirá por el Presupuesto que proponga el Sr. Sánchez Sansano y apruebe el propio Patronato34.



Además, la cantidad entregada por el Patronato a los directores, lo era en concepto de préstamo. Los directores se comprometían, según consta en la cláusula octava del contrato, a devolver en plazos mensuales la décima parte de la cantidad adeudada, incrementada ésta por un interés del 10%. Los directores también quedaban vinculados al Patronato en otros aspectos. Debían remitir los presupuestos al Patronato, organizar el centro y aceptar el personal según el criterio de éste. Pero una vez devueltas las cantidades iniciales (seguimos utilizando el ejemplo del contrato firmado para crear el colegio de Veracruz):


... el Sr. Sánchez Sansano, en representación del cuadro de profesores y maestros que hayan venido trabajando en el colegio, quedará como propietario de éste, y el Patronato se compromete a cederle todos sus derechos y poner a su nombre las facturas y documentos de los bienes de dicho centro de enseñanza35.



Por tanto, desde un principio los Colegios Cervantes estuvieron diseñados para que los directores acabaran siendo sus propietarios. El objetivo del Patronato fue crear puestos de trabajo en los cruciales momentos iniciales del exilio y nunca existió una intención real de crear una red de colegios, ni se buscaron otras metas.

Aparte de la cuestión de la titularidad, en cuanto a otros aspectos relacionados con los vínculos entre los colegios y el Patronato, el análisis realizado nos demuestra que los centros actuaron con gran autonomía. El Patronato, además de su función promotora, envió algunas normas para coordinar el funcionamiento pedagógico y administrativo. Pero la lejanía de las sedes de los colegios del distrito federal, el escaso trabajo del propio Patronato -el cual no gastó ninguna cantidad en personal entre los meses de octubre de 1939 a enero de 1940- aumentó la independencia de cada centro36. Pese a todas las circunstancias, los Colegios Cervantes realizaron una importante tarea pedagógica y cultural que debe inscribirse por méritos propios entre las aportaciones culturales del exilio republicano. En conjunto, fueron media docena de centros docentes, distribuidos por el territorio mexicano, las cuales realizaron una importante labor educativa y cultural. A diferencia de los colegios sitos en la ciudad de México, se encontraron inmersos en un medio profundamente mexicano, en el que la realidad del exilio quedaba mucho más diluida. Su alumnado siempre fue mayoritariamente local. Ya a los 3 años de su fundación, en 1943, se cifraba que un 75% de su alumnado era mexicano. Los hijos de exiliados siempre se encontraron en minoría. Por ello las obligadas referencias a las cuestiones españolas eran mucho menores y las efemérides republicanas se debían conmemorar con menos énfasis. Añadamos a la anterior consideración, el hecho de que se encontraban matriculados en bastantes colegios, hijos de la colonia española, opuestos ideológicamente a los maestros republicanos. Todo ello hizo que su devenir no pudiera seguir los mismos pasos que los colegios del exilio con sede en el distrito federal. Además, el ambiente social general en que se desenvolvían no propiciaba las referencias al imaginario de la República exiliada. Se trataba de localidades en que la colectividad exiliada era reducida, incluso en algún caso inexistente. Los profesores republicanos estaban allí, más aislados, eran menos numerosos y se encontraban alejados de los núcleos de poder económico, cultural y político del exilio. Lo cual hacía mucho más complicado el mantenimiento de unos signos externos de identidad republicana.

Pero no por ello debemos deducir que dichos colegios abandonaron la ideología republicana. La gran aportación de los Colegios Cervantes, o al menos una buena parte de ellos, a las comunidades en que se instalaron, consistió, precisamente, en permanecer fieles a las prácticas y métodos educativos que habían propugnado los primeros gobiernos de la II República española. Los nuevos conceptos pedagógicos, la metodología didáctica basada en el análisis y no en el memorismo, la participación activa del alumno en los procesos de enseñanza, las experiencias prácticas. Todo ese bagaje pedagógico lo habían aprendido y puesto en práctica los maestros en su España natal. Posteriormente, debido a las circunstancias del exilio, tuvieron que aplicarlo en tierras mexicanas y fue una de las claves del éxito de los Colegios Cervantes.

De acuerdo con los datos que hemos podido analizar en nuestra investigación, los maestros republicanos que crearon los Colegios Cervantes fueron capaces de recrear ese modelo educativo avanzado y progresista a 10 000 kilómetros de su España natal. Lo mismo que sus compañeros que trabajaron en los colegios creados en la ciudad de México. Y lo que es de mayor transcendencia, en bastantes casos, consiguieron transmitirlo a los maestros mexicanos que fueron incorporando a los claustros. Hasta cierto punto, los fundadores de los Colegios Cervantes crearon un modelo organizativo propio que ha superado a su propia realidad biológica. Aún hoy en día se pueden identificar en los centros que subsisten, rasgos de la educación republicana. En unos casos con gran fidelidad y en otros no tanto, ese modelo educativo continúa existiendo a muchos kilómetros del lugar donde se acrisoló, en otro país, en otro continente.

1 comentario:

  1. Hola: Los invito a que compartan sus experiencias con los Ex Alumnos del Instituto Escuela Cervantes de Tampico, el cual tuvo como Director al Profesor Esteban Garriga Pla https://www.facebook.com/InstitutoEscuelaCervantesTampicoTam?ref=hl

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